Los celos son imprescindibles en la Novela Romántica.

 


Foto de : Thomas Wolter

Como ya os podéis imaginar, no me estoy refiriendo a esos celos absurdos e infantiles de no querer compartir lo que uno considera su posesión, del tipo de: “esto es mío y no lo toca nadie”, sino a los celos que provocan la inseguridad.

Y es que sí, lectoras, como todas sabemos, la novela romántica habla principalmente del enamoramiento y no tanto de otro momento de la relación. Para que funcione la historia y nos emocione tiene que haber un conflicto, algo que se interponga en el camino de los personajes hacia su unión definitiva. Con muchísima frecuencia entre los problemas que se atraviesan suele estar otro personaje que hace sentirse inseguro y por ende celoso, a uno de los protagonistas, algo totalmente natural y no solo entre los humano como habréis  podido comprobar las que tengáis perro.

Así que, sí, los celos son naturales y hasta imprescindible en muchas tramas. Se padecen como una angustia que se experimenta en privado,  que teme mostrarse porque te hace parecer débil y malicioso, pero que tarde o temprano estalla y se manifiesta mediante pullas y mezquindades que desconciertan al otro, lo enfurecen y crean  tensión en la novela, tensión que emociona y atrapa a la lectora, y  una señal, si se hace bien y no se intoxica, de que el que los siente está enamorado de la otra persona (lo reconozca o no), y de su temor a perderla.

Es una reacción natural y transitoria que se disuelve a medida que la relación se asegura y la pareja se conoce al dedillo, afianzándose la confianza y la comprensión de que el otro no te pertenece y no vive solo para ti. Pero ese proceso que empieza cuando el enamoramiento acaba, no corresponde a la novela romántica, ¿o sí? ¿Qué opinas tú?


Persuasión, de Jean Austen 

"–¿Es que no se quedará a escuchar la siguiente aria? –le preguntó Ann súbitamente asaltada por una sospecha, que redobló su deseo de infundirle valor y esperanza.

–¡No! –contestó él con aspereza–. No hay aquí nada que merezca el que yo me quede.

¡Estaba celoso de Mr. Elliot! No había otra explicación posible. El capitán Wentworth sentía celos!"

Jane Eyre, de Charlotte Brontë

"–Será su aspecto el que...¿es uno de esos pastores jóvenes, muy empaquetados, con sus cuellos altos y...?

–No, John viste bien. Es un hombre arrogante, alto, delgado, rubio, con los ojos azules y un perfil griego.

–¡Maldito sea! –dijo para sí, Y agregó –: ¿No te agrada, Jane?

–Sí, me agrada. Ya me lo había preguntado usted antes.

Noté que los celos devoraban a mi interlocutor. Pero eran saludables, con todo, porque le arrancaban de su melancolía habitual. Así, pues, yo no debía adormecer en seguida la serpiente de los celos que le mordían el corazón."

La disonancia del amor, de Palmira Blum.

"¿Habría hablado Juanjo con ella y había venido a ver qué quería decirle? ¡Dios, sí que se había dado prisa; pero estaba con él, igual a su lado cuando recibió la llamada! Los celos se apoderaron de él con una energía que era pura rabia y se puso a andar de una lado para el otro del salón para descargarla. 

Sonó el timbre y ni un coro de ángeles hubieran podido conseguir que asomara una sonrisa a su cara cuando abrió la puerta.

Ahí estaba ella. En su cara no fue capaz de leer nada porque la incomprensión lo llenaba todo, no se sentía valioso para ella, se sentía intercambiable y totalmente desilusionado.

–¡Hola! –dijo ella simplemente–. ¿Puedo pasar?" 

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