Middlemarch, de George Eliot
Hoy vengo a hablaros de una de mis novelas románticas favoritas de todos los tiempos, aunque he de advertir que me
considero injusta si solo la llamo novela romántica, ya que el tema principal es el
matrimonio, y en ella se tratan todos los pegamentos que mantienen a las
diferentes parejas unidas, ya sean estos románticos o no, y todos los
disolventes que las despegan.
Su nombre era Mary Ann Evans y eligió escribir bajo un seudónimo masculino para que su literatura no fuera considerada inferior por ser mujer y porque no tenía buena reputación entre la buena sociedad: no era recibida por esta debido a que vivía con un hombre casado con hijos (y distanciado de su mujer en una relación abierta por ambas partes).
El éxito y las buenas críticas que recibieron sus novelas atrajeron a farsantes que querían atribuirse el mérito de ser George Eliot y finalmente ella tuvo que confesar su autoría. Si estáis interesados en su biografía, os dejo este enlace: Biografía de George Eliot
Volviendo a Middlemarch, cuyo subtítulo: Un estudio de la vida en provincias, ya nos sugiere que se trata de una novela coral, conoceremos a varias parejas, o mejor dicho conoceremos los
comportamientos dentro de la pareja, algunos de ellos, narrados de una forma tan sutil, a veces solo por lo que otros cuentan, que habrá que estar muy
atentos si no queremos que no nos pase nada desapercibido.
Os recomiendo que desde el principio toméis nota del nombre de los personajes y sus parentescos, ya que la longitud de la obra complica acordarse de todos, aunque una vez que comenzamos a saber de ellos están tan bien construidos que ya no podremos olvidarlos. La protagonista indiscutible en esta
historia es Dorothea Brooke, de la que se dice, ya desde el comienzo que tiene una inteligencia más
teórica que práctica.
Sin embargo, nosotros, que tendremos acceso a sus pensamientos, llegaremos a entenderla, y sabremos que la impulsa el deseo de conocer las cosas estudiándolas y probándolas hasta sus últimas consecuencias. Dorotea no acepta aquellas reglas impuestas por otros que ni ellos mismos siguen en la práctica, le repele la hipocresía y la inacción, vive según una regla personal de conducta: está entregada a la intensidad y a la grandeza.
Dorotea se casará por elección propia, sin aceptar el consejo de nadie y acarreará su responsabilidad según sus principios, fiel a sí misma.
Ella no solo desafía la opinión de la sociedad, sino que
desafía a las propias desafiadoras, incluso a las de nuestro tiempo, y será su propio
faro. De ahí que su feminismo no se parezca a ningún otro y ejerza esa libertad,
que tan bien conocen los hombres de todos los tiempos, que no es otra que la de
ser capaces, aun contando con todo el poder, de arruinarse la propia vida.
Es muy difícil recomendaros esta novela sin destriparla, y
lo digo porque es tal la pasión que siento por ella que no sé si podría
contenerme. Es de esos libros en los que una siempre encontrará una respuesta a
aquello que se pregunte sobre el comportamiento humano porque está cargado de
sabiduría.
He de haceros una advertencia: Middlemarch es de un nivel de
lectura alto: sus metáforas son complejas, extensas y elaboradas, eso sí, únicas
e inconfundibles. Son inteligentes, visuales, cargadas de ironía, algunas os
sacarán las carcajadas.
También encontraréis erudición y datos históricos: los problemas sociales, políticos, culturales y religiosos del momento, que como siempre, no se diferencian en mucho de los actuales. Como reza su subtítulo, nos muestra una vida en provincias, donde los ideales no siempre se materializan ni los miedos tampoco, dónde se encuentra la sorpresa agazapada, para lo bueno y para lo malo: la incertidumbre de la vida.
Middlemarch es una obra extensa, densa, divertida, sabia, y moderna,
requiere de músculo lector, así que os recomiendo que os acerquéis a ella
cuando ya llevéis leídos otros clásicos de la época; no empecéis por este, y si
alguna se atreve y quiere comentar conmigo algún aspecto, estaría encantada. A
mí no me cansa hablar de este libro.
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